Todas las mañanas lo mismo: me cuesta levantarme. Las sábanas se me enredan en el cuerpo, me envuelven, me atan, me atrapan. Mis pensamientos –que nunca están demasiado claros-- a esa hora mis pensamientos, mis ideas, mis sentidos se confunden, se funden con el cuerpo, se pegan a las sábanas, tibios, mareados, se enmarañan e involucran con los sueños de los que no quiero despegarme, con los que estaba soñando en ese presente perpetuo de la otra realidad, de ese otro lugar, donde mi abuela sigue viva y mi padre también, y se ríe y juega con mis hijos, ese lugar solamente mío donde puede aparecer un león y un laberinto, amores presentes y pasados, y una puede caer y caer en el vacío y no llegar nunca ni siquiera a ver el fondo, y seguir cayendo sin llegar a ningún lado y a la vez caer en ese espacio-tiempo con forma de sábana en 4D y ser como la piedra que cae en el centro, el espacio se curva y me curvo con él.

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