Nos levantamos a la fuerza, habíamos dormido poco. El calor seguía insoportable. Salimos para Montevideo a eso de las diez. La idea era tomarse la vuelta con calma y recorrer los lugares que nos interesaran. Nos desviamos un poco para ir al la meseta de Artigas, al llegar, me dio un escalofrío ver la cabeza de Artigas sobre la columna gigantesca, con un algo de cuello y de torso, pero sin hombros, mirando el horizonte lejano, como si añorara a Paraguay. Algo retorcido, forzado a ser ícono, a recibir una admiración no buscada ni deseada. A la vez, me sentí del otro lado, del lado de los veneradores del ícono, adiestrados para idolatrarlo y respetarlo. El Padre Nuestro Artigas... La meseta me hubiera gustado, la parte puro paisaje, confundida con el día gris, helado y ventoso, si no me hubiera distraído esa imagen tan parecida a una cabeza en una pica. No pude fotografiarla. Aunque me hubiera gustado. Pero solo quería irme de ahí.
Y después Fray Bentos. Y con Fray Bentos, Botnia. Y nunca estuve en contra de Botnia, y menos después de que estúpidamente nos llenaran el país de Eucaliptus. Algo hay que hacer con ellos, no solamente dejar que nos resequen el suelo. Pero sí que es fea. Muy fea. Muy feo debe ser mirar el horizonte y ver eso. Siniestro.
Etiquetas: agosto
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