Hice un pan negro alemán con harina de cebada. Trabajé la masa super contenta, me gusta probar recetas nuevas. Le costó leudar, y la masa la sentí pegajosa, pesada. Igual continué sin apocarme. Finalmente, me rendí a lo visual, a lo tangible y a lo palatable: era horrible, pero horrible en serio, desagradable, de aspecto y de sabor, de textura y no podía entender por qué. Al final me di cuenta de que había comprado harina de cebada tostada y no harina de cebada normal... y por eso quedaron negros como carbón y no leudaron nada... encima me comí dos rodajas intentando darme cuenta cual había sido el error... espero que no tenga consecuencias nefastas para mi salud. Cuando lo probé, masticaba y masticaba sintiendo algo sin duda cristalizado y no podía darme cuenta qué era. Hasta que por fin caí; cebada tostada, es lo que se usa para hacer café trucho, o sea café “descafeinado”.
Aparte de esa experiencia formativa, fui al aeropuerto a despedir a mi madre que se iba para Nueva York, a ver a Javo y a encontrarse con Corina.
Quiero irme de acá.
Etiquetas: setiembre
Suscribirse a
Entradas [Atom]
Publicar un comentario