Me desperté de madrugada, con un ruido del agua mansa golpeando sobre las chapas de zinc. Como no estaba segura de que fuera lluvia (porque los pronósticos meteorológicos anunciaban temporal de viento y lluvia), me levanté y salí al porche. Sí, era lluvia, abundante lluvia. lluvia mansa, persistente. Buena para las plantas. Me acosté de nuevo, tranquila, con intenciones de dormir bastante.
Cuando nos levantamos, decidimos volver a almorzar a Montevideo.
Llegar a casa, un bajón. Quien quiera que haya sido quien se fue por último, dejó la puerta del living abierta. Resultado; las perras pasaron un domingo super cómodas; durmieron a sus anchas y largas en el sofá. Y están en celo. Un asco. Esto me decidió –por fin- a mandar a retapizar el sillón. La tela la compré hace dos años, y no me decido a quedarme sin sillón. La semana que viene hablo con el tapicero.
Etiquetas: octubre
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