Me levanté a las 6 de la mañana, Ju me llevó a Tres Cruces para tomar el bus a Colonia y de ahí el buque a Buenos Aires. De Montevideo a Colonia dormí sin parar. En el barco no, es muy corto el viaje y la gente habla, camina, se mueve, y no podría hacer callar a todos aunque me lo propusiera. Salí de Colonia a las 11 y a las 11 llegamos a Puerto Madero, Buenos Aires. Esas cosas de la arbitrariedad de los relojes. O de los que los fijan. En Buenos aires, un calor insoportable; tuve que parar en medio de la calle a sacarme todo lo que me había puesto en el barco para abrigarme. Esas cosas de la arbitrariedad de los acondicionadores de aire. O de los que los manejan. Almorcé con Grata, feliz de estar en la big city. Me gusta mucho Buenos Aires, por unos días, claro. Y quiero mucho a mis amigos hermanos artistas argentinos. Visité a Gaby, para ver a las nenas y a Pons, ya que con Gaby nos íbamos a juntar en la isla, en El Tigre. Volví a lo de Grata y fuimos a cenar a la casa de unos amigos de ella, todos –creo- artistas. Por lo menos el dueño de casa y algunos otros. Una comida super artística, ya que Gabriel, uno de los dueños de casa trabaja con la comida. Su obra tiene que ver con la comida. Y deliciosa. Champignones gigantes rellenos (Nico), salsas varias para acompañar un pan casero, ensaladas exquisitas y coloridas, y cintas de remolacha con salsa de pollo a la crema. Y una torta helada que llevó Luz (o Carolina, o Paula, o Jael, no me acuerdo bien, se me mezclaron todos los nombres). Todo acompañado con vinos tintos, rosados y blancos. No comimos más porque no podíamos más.
Etiquetas: diciembre
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